27 de Abril; que hermosa fecha para encabezar la rosada pagina de su diario y es que no sólo la fecha era una perfecta combinación de dígitos, aquel soleado día de primavera con el sublime canto de las aves y el seductor olor de las flores frescas se había convertido en toda una composición lírica que hacía honor a aquella frase célebre de un gran escritor brasileño, cuando quieres algo, el universo entero conspira para que lo consigas, y así era, llevaba dos largos años amando en silencio y esperando que el universo terminara otros asuntos mas importantes para que luego conspirara a su favor y propiciara un encuentro que ella jamás se hubiera atrevido a acelerar; eso era lo único que ella pedía, un encuentro sin compromisos, sin milagrosos acontecimientos... le hubiese bastado con una sola mirada de los hermosos ojos azules que ella idolatraba y por que no? un “hola” complementario que reforzara el fin último de la simplicidad de la situación, el deseo secreto de que él percibiera su existencia. Sin embargo, el universo había sido muchos más generoso de lo que ella se pudo imaginar; Aquel día mientras caminaba por el pasillo del instituto para ir a su clase de arte, fue brutalmente arrollada por alguien que corría torpemente consiguiendo así que ella junto con sus preciados libros terminaran en el suelo y algunas hojas sueltas de su fólder se dispersaran por toda la estancia simulando una lluvia que imposibilitaba identificar al culpable de tal desastre.
Un poco alterada y anticipando que llegaría tarde a clase por culpa del atolondrado chico, comenzó a apilar sus libros, con su mirada fija en el suelo no pudo advertir que alguien también los recogía;
- Lo siento, sólo quería alcanzar a Cancino… ¿Estás bien?
¿Cómo iba a estarlo?, acababa de ser golpeada y aún se sentía un poco adolorida por su “encuentro” con el suelo y… un momento, ella conocía esa voz, lentamente levanto su mirada y la detuvo sobre los hermosos cabellos dorados que ondulaban con el movimiento de su cabeza como lo hace el trigo tierno cuando la brisa fresca lo acaricia, su hermosa piel se veía tan suave como los pétalos de las rosas que crecen en mayo, los labios perfectos dejaban vislumbrar la pureza que tal vez tendría sus besos y aquellos ojos azules brindaban la tranquilidad obtenida al mirar el océano en el horizonte. Por fin su sueño se cumplía. Él la miraba y la abstraía a tal punto que los segundos fueron mágicos dejándola en un hermoso sueño del cual no quería despertar y en el cual sólo ella y él existían.
- Sé que te golpee muy fuerte, es que no te vi, de nuevo lo siento.
Aunque ella podría haber reconocido su tono de voz en cualquier lugar, nunca había tenido la oportunidad de escucharlo tan cerca, ni siquiera le había dirigido antes una sola palabra, pero... qué voz tan maravillosa tenía; la fineza y la perfección de su prosodia hacian un juego esplendido con los finos ademanes y movimientos de cabeza que acompañaban su dialogo.
- Mira, creo que esto es tuyo, espero que sea todo.
- ….Gracias
- No tienes nada para agradecer, no podía dejarte sola después de que casi te provoco una lesión, je je je
Además de ser el hombre más apuesto que ella había visto, era todo un caballero y se había preocupado por ella, había percibido su daño y parecía esmerarse por arreglarlo.
- Me alegra que estes bien.... mmmm… No pude hablar con Cancino
- Hee… te refieres a Beatriz Cancino?
- Si, la docente de Lenguas
- Usualmente ella está hoy a las 3:30 en el 408 calificando trabajos, creo que si aún quieres, puedes hablar con ella a esa hora
- ¡Claro que quiero! ¡Gracias! No sabes cuanto necesito hablar con ella. Oye, y tu como sabes eso?
- Le he ayudado dos o tres veces a calificar algunos trabajos
- Este en verdad es un buen dato, gracias de nuevo, creo que atropellarte no fue tan malo
- haa…creo que…
- Sólo es broma. Es la primera vez que hablamos y creo que eres muy agradable, tal vez algún día quieras salir conmigo, para hablar, claro.
Aun no tenía seguro si esto era un sueño o no, y si lo era, no quería despertar nunca, la situación fue mejor de lo que ella esperaba, la había soñado muchas veces, en diferentes lugares y con diferentes encuentros pero esta ocasión era realmente estupenda, era mágica y excedía sus expectativas, en ese momento sus historias en hojas rosas se estaban convirtiendo en minutos reales que podía palpar y hasta saborear, minutos que podía convertir en parte tangible de su vida.
- Claro si estas comprometida, no te preocupes, y si no te agrado tampoco le des importancia…
- ¡NO! Claro que quiero, es decir, estaría encantada de salir contigo algún día
- Entonces creo que deberías darme tu número telefónico así, podríamos acordar la fecha.
- Si, claro
A ella la sugerencia le pareció maravillosa, que inteligente había resultado su amor platónico, ¡Él pensaba en todo!, o al menos eso le parecía.
- No tengo con que escribir es que hoy no tenía clase ¿podrías prestarme algo?
Ella busco entre sus cosas pero el único lapicero que encontró no fue muy útil, al parecer y para su desgracia ya no tenía tinta y las demás cosas de las que disponía aparte de sus preciados libros eran pinceles y oleos que se hacían tan inútiles como el lapicero sin tinta; Así que muy a su pesar, él le dijo que en otra oportunidad escribiría el número y que por ahora solo les quedaba encontrarse en la única clase que compartían los miércoles, acto seguido, la besó en la mejilla muy cerca de la comisura de sus labios mientras ella ascendía hasta la inmensidad del espacio, tomaba una estrella refulgente y como huella de aquel momento especial la guardaba en su corazón…
- Entonces nos vemos luego Luisa!
Estaba totalmente asombrada, él sabía su nombre, después de todo y contrario a lo que ella pensaba, él ya había notado su existencia y tal vez al igual que ella, él tambien había percibido esa conexión espiritualmente magnificada que establecen las almas como mutuo acuerdo, mientras permanecen en el bardo, para jurarse unión física en el plano terrenal.
Su estupor no la dejo despedirse de él y cuando quiso hacerlo, solo pudo ver como el niño de sus sueños subía las escaleras al final del pasillo desapareciendo de esta forma de su campo visual a través del hermoso atardecer primaveral.
Que maravilloso instante había vivido. Se sentía mas optimista que nunca y como toda chica enamorada mientras participaba de su alegría a su confidente de papel, imaginaba reinos color rosa junto a su príncipe dorado y escribía pedacitos de su corazón que pensaba recitarle junto a un lago a la luz de la luna en un posible futuro; estaba segura de que después de esto sucederían grandes cosas en su vida, aquel joven podría llegar a ser su novio porque después de lo sucedido la llama de su amor se había acrecentado gracias a la metamorfosis del chico en el imaginario de Luisa; había pasado de ser una figurilla idolatrada a ser un hombre con cerebro y corazón, con inteligencia y sensibilidad, un hombre real que la había emancipado de su anonimato.
Esa pequeña situación le dejó una sonrisa imborrable por el resto de la semana. Contaba las horas que faltaban para su encuentro del miércoles y al final de cada día se sentía más alegre que en el anterior ya que el ocaso significaba la disminución de su espera. Unida a esta felicidad inexplicable experimentaba una sensación nueva, se sentía lista para entregar todo de sí, ya no necesitaba la ayuda de ningún ente maravilloso e infinito como lo es el universo, ni siquiera necesitaba de terceros más terrenales como lo serian sus amigas o algún miembro de su familia, de hecho había tomado la decisión de mantener lo sucedido en secreto porque así, cuando sus sueños se convirtieran en realidad todos se llevarían la mayor sorpresa de sus vidas y ella sería la mujer más feliz del mundo por el resto de sus días.
El día señalado y después de practicar muchas veces frente al espejo de su cuarto la forma de ocultar su ansiedad, llegó apresuradamente al salón asignado y espero. Media hora más tarde de que la clase hubiese iniciado estaba más impaciente que nunca y se le hacía imposible movilizar su atención hacia el tema del día, su mente sólo pensaba en el niño que aun no llegaba, él único que había faltado a clase, la única razón por la que pensaba que ella había nacido, por la que palpitaba su corazón aceleradamente y de forma estridente, opacando la voz del profesor y por la que seguía en pié su existencia. Esa tarde, esa noche y el resto de semana que separaba al siguiente miércoles trató –a veces en vano- de engañar a su corazón con explicaciones racionales que su alma no creía, explicaciones que tampoco fueron útiles porque el siguiente miércoles su corazón recibió una nueva puñalada, el niño de su reino rosa no apareció. Se sentía desesperada, era imposible que faltara a dos clases seguidas, las últimas dos clases del curso… ¿Por qué le había dado ese beso alucinante que ahora la quemaba por dentro y la llenaba de un odio inexplicable? ¿Por qué la había dejado construir mundos que luego tendría que olvidar? Una y otra vez preguntas como estas la enloquecían y por momentos otras diferentes la llenaban de un sentimiento de culpa que la hacían repasar insistentemente aquel momento tan significativo buscando su posible error, error que nunca logró encontrar pero que de igual forma la atormentaba en las noches y que la hacía soñar con la mirada, ya no tranquila sino inquietante del dueño de su corazón.
Que mala pasada le había jugado la vida, se sentía estúpida y aturdida, no comprendía como las ilusiones de su corazón la habían llevado a aquella situación tan asfixiante; le hubiese bastado con poder entender por qué después de 45 días aun no había podido encontrarse con el niño de sus, ahora, tormentosos sueños… sólo quería entrar en el mundo de las explicaciones, las mismas que nunca llegaron y por las cuales, en un acto de suprema valentía, decidió entregar una nota con su numero telefónico a uno de los amigos de su amado. Por supuesto que pensó en las posibles burlas de las cuales sería blanco, sin embargo, estaba totalmente convencida de que aquel beso había significado algo y si había esperado tanto tiempo por un simple saludo, no le importaría esperar un poco más por una llamada.
Por inexplicables razones, había vuelto a ser la mujer mas positiva del mundo, había entrado en una etapa de resignación que opacaba su crisis y que le ayudaba a volver a imaginar encuentros poéticos en espacios utópicos con el niño de cabellos dorados. Parecía que el envío de aquella nota, la dejaba sin un enorme peso; haber dado su numero telefónico era un gran paso para cumplir sus sueños y junto con universos imaginarios plasmados en su pequeño diario había decido hacer lo único que le quedaba, esperar.
Cartas, poemas y otros escritos que el inspirador nunca leyó, un cuarto lleno de ilusiones y anhelos para dos pero con un solo habitante, una ventana por la que se escapan y se esfuman, junto con los sonidos de la cotidianidad de la ciudad, suspiros de ensueño por alguien que tal vez no los percibe y una silla que transporta una y otra vez a un instante del pasado que aún despierta sentimientos puros. 40 años mas vieja, Luisa vive en la misma casa en la que vivió su infancia, ha hecho miles de filas para que su línea telefónica no sea cambiada de numero y ha decidido, desde hace 30 años cuando murió su segunda confidente, su madre, no salir nunca más de su casa y pasar la mayor parte de su día sentada frente a la ventana de su cuarto con el teléfono sobre sus piernas a la espera de una llamada anhelada desde hace mas de media vida y por la cual su cansado corazón salta de alegría cada vez que sus oídos escuchan el timbre de un teléfono vecino.
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